Hoy, el mundo se dice estremecido por los maltratos y humillaciones a que los ocupantes han sometido a sus prisioneros en Irak. Pero los abusos fueron reportados casi desde el momento mismo de la invasión. Sólo que entonces no hubo imágenes que los documentaran y el mundo no pudo ver; y no quiso oír.
Ahora, además, los gobiernos estadunidense y británico aseguran que se trata de casos aislados que se castigarán severamente. Pero por todos lados saltan evidencias de que son prácticas recurrentes e institucionalmente toleradas, si no es que directamente instigadas. En el caso de Estados Unidos, por lo menos, es un patrón de conducta que se ha repetido demasiadas veces en tiempo y espacio, para pensar que se trata de una mera excepción.
Ahora, por su raza, su religión o por no estar de acuerdo con las políticas de seguridad de la Casa Blanca, cualquiera puede ser señalado de terrorista, como antes todo aquel que impugnara las reglas del capital y reivindicara las causas populares era tachado de comunista.
Lucía Luna en "Washington, ese campeón de los derechos humanos", artículo publicado en proceso.com.mx el 10 de mayo 2004.
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