Estoy en un Sanborns desayunando un sábado por la mañana, el desayuno es bueno... Si estuviera en Guanajuato y hubiera salido a desayunar, probablemente estaría en el Truco 7, comiendo una tortilla española y tomando un café... ¡como extraño mi ciudad!...
Termino mi desayuno y me dispongo a ir al cine, entro a la sala que señala Lost in Translation con Bill Murray dirigida por Sofia Coppola. Me gustan las películas que muestran la ciudad en donde se ubica la historia, tratándola incluso como otra protagonista más, la brasileña Ciudad de Dios de Fernando Meirelles, que vi el año pasado es un caso, Misterioso Asesinato en Manhattan de Woody Allen es otro, y Perdidos en Tokio título que para su comercialización en México le dieron a Lost in Translation, es otro buen ejemplo.
Un actor en sus 50's cumpliendo con un contrato de publicidad (Bill Murray) y una joven en los 20's que acompaña a su marido en su trabajo de fotógrafo y con tan sólo dos años de casada (Scarlett Johansson), coinciden en un hotel de Tokio. La ciudad de Tokio es el escenario perfecto para que estos dos seres humanos que se sienten solos se conozcan y sientan cada vez más que se necesitan el uno al otro. Bob (Bill Murray) viaja sólo, ha dejado a su familia en Los Ángeles, Charlotte acompaña a su marido en su trabajo, pero éste casi nunca está con ella y días después la deja en Tokio para irse a trabajar a otra ciudad por algunos días. Charlotte cree que fue ella quien vio primero a Bob en el bar, aunque él le confiesa que la vio el primer día que llegó en el elevador. La imposibilidad de hablar con alguien más por no conocer el idioma y la química que surge entre ellos hacen que ambos cada vez se interesen más el uno por el otro, las relaciones de ambos con sus respectivas parejas parecen estar estancadas o no importan lo suficiente por el momento.
Lejos de todo lo que conocen y de los que los conocen se sienten libres para recorrer la ciudad y disfrutar lo que ésta les ofrece, de pronto se sienten vivos, al igual que la ciudad, dan la impresión de que disfrutan tanto la compañía del otro que no pondrían objeción en congelar el tiempo para quedarse ahí para siempre. Bob dice casi al final, antes de partir en el bar del hotel: -no me quiero ir-, -pues no lo hagas, quédate conmigo- es la respuesta de Charlotte, pero ambos saben que no pueden, alguien más los espera y en el fondo saben que aunque lo dejaran todo por esto que sienten, lo más probable es que no duraría demasiado y posiblemente se arruinaría.
Cuando en un principio ambos odiaban la ciudad por el choque cultural, el desconocimiento del idioma y la añoranza de la suya propia, ahora, después de que esto fue lo que los unió, la ven con ojos diferentes, les significa ya otra cosa; días antes querían dejarla, marcharse, ahora hasta desean quedarse. Una vez que sigan con su vida, cada vez que recuerden Tokio, ésta les significará un momento que quisieron detener, pero que tuvieron que dejar atrás, un momento que sin duda volverían a vivir, al decir Tokio se recordarán el uno al otro.
Perdidos en Tokio (Lost in Traslation) habla de las relaciones inesperadas que a veces entablamos y que pueden no durar, pero que recordamos para siempre. Me sigo preguntando: ¿Qué fue lo que Bob le dijo a Charlotte al oído antes de marcharse, cuando bajó del auto, corrió a alcanzarla, la abrazó largamente y tan fuerte y por fin la besó, solo para después probablemente no volverla a ver jamás? La directora quiso dejar eso a la imaginación del espectador...