Hay una frase con la que sintonicé desde que la escuché en la penúltima estrofa de "Dos horas después" de Sabina:
"Tiene la vida un lánguido argumento
que no se acaba nunca de aprender,
sabe a licor y a luna despeinada
que no quita la sed."
Sin embargo he descubierto que, cuando un ‘buen whisky’ y una ‘luna radiante’ vista desde ‘la ventana adecuada’ se sincronizan, se aminora la desesperación embalsamadora de la existencia. Durante esos instantes las dudas asemejan evidencias asequibles sólo desde el otro lado del espejo, donde una ilusión óptica permite acariciarlas con las yemas de los dedos. Así sucede también en la vida: hay momentos en los que la saciedad parece estar a la vuelta de la esquina, y otros en los que la calle parece alargase a cada paso alejando la esquina que se quiere doblar.
El primer caso es lo más cercano a lo que siento, un dragón surcó fugazmente mi cielo nocturno triangulando en su vuelo con mi ventana y la luna, desde mi perspectiva percibí un equilátero perfecto. ¡Qué tino el que haya sido en el instante preciso en que mis labios tocaron el vaso que contenía mi whisky on the rocks !
2 comentarios:
bebida mística de por sí
la luna que irradia desde la ventana precisa sólo puede unirse en trinidad con un dragón celeste que, por un momento, forma un 3 indisoluble
eres una poeta
=)
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