El cuchitril de KRAPP.
Centrada en primer término, una mesa pequeña y un archivero cuyos cajones se abren hacia el espectador.
Sentado, de frente, es decir, del otro lado del escritorio, un viejo deformado; KRAPP.
Pantalones estrechos, demasiado cortos, de un negro descolorido. Chaleco negro muy deslucido, con cuatro bolsillos holgados. Pesado reloj de plata, con cadena. Camisa blanca, mugrienta, desabrochada, sin cuello.
Tez blanca. Nariz violácea. Pelo gris en desorden. Mal afeitado.
Muy miope (pero sin gafas). Duro de oído.
Voz cascada. De tono muy particular.
Andar penoso.
Sobre la mesa, un magnetofón con micrófono y numerosas cajas de cartón que contienen bobinas con cintas grabadas.
Mesa y alrededores inmediatos bañados por una luz intensa. Resto de la escena en la oscuridad.
...
CINTA: Espiritualmente, un año de lo más negro y pobre hasta aquella memorable noche de marzo, en el extremo del muelle, bajo el ventarrón, jamás lo olvidaré, en que todo se me aclaró. Al fin, la revelación. Me imagino que esto es, sobre todo, lo que debo grabar esta noche, pensando en el día en que mi labor esté concluida y ya no quede sitio en mi memoria, ni frío ni cálido, para el milagro que... (vacila)... para el fuego que la abrasó. Lo que entonces vi de repente, fue que la creencia que había guiado toda mi vida, es decir... (KRAPP desconecta el aparato con impaciencia, hace avanzar la cinta, conecta de nuevo)... grandes rocas de granito y la espuma que brillaba a la luz del faro, y el anemómetro que daba vueltas como una hélice; veía claro, en fin, que la oscuridad que yo siempre había rechazado encarnizadamente era, en realidad, mi más... ("¿Querida aliada?"*)
. . .
CINTA:... cascallejas me respondió. Volví a decirle que aquello me parecía inútil, y que no merecía la pena continuar, y ella dijo que sí sin abrir los ojos. (Pausa.) Entonces le pedí que me mirase y al cabo de unos instantes... (Pausa)..., al cabo de unos instantes lo hizo, pero sus ojos eran como grietas por culpa del sol. Me incliné sobre ella para darle sombra y los ojos se abrieron. (Pausa.) Me dejaron entrar. (Pausa.) La barca se había metido entre las cañas y se quedó encallada. ¡Cómo se doblaron, con un suspiro, ante la proa! (Pausa.) Me deslicé por encima de ella, el rostro contra sus senos, y mi mano sobre ella. Estábamos allí, tendidos, sin movernos. Pero debajo de nosotros todo se movía y nos movía, suavemente, de arriba abajo y de un lado a otro.
(Pausa. Los labios de KRAPP se mueven en silencio.)
Pasada medianoche. Jamás conocí silencio semejante. Como si la tierra estuviese deshabitada.
(Pausa.)
Y aquí termino esta cinta. Caja... (pausa)... tres, bobina... (pausa)... cinco. (Pausa.) Quizá mis mejores años han pasado. Cuando existía alguna posibilidad de ser feliz. Pero ya no querría tenerla otra vez. Y menos ahora, que tengo ese fuego en mí. No querría tenerla otra vez.
(KRAPP permanece inmóvil, con los ojos fijos en el vacío. La cinta continúa rodando en silencio.)
T E L Ó N
Textos: Fragmentos de "La última cinta de Krapp", de Samuel Beckett.
Fotos: "La última cinta de Krapp", Teatro Juárez, 23/jun/07 (Teatro Gótico y Pleroma Ediciones). Jaz.
*Después de leer "La expresión mendiga", de N. Cabral.
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