La cinta, que le valió a su director el reconocimiento internacional, nos muestra a un joven fotógrafo: Alex (Nicolaj Lie Kaas), enamorado de una hermosa mujer que conoce en el metro: Aimeé (Marie Bonnevie), la cual está casada con un maduro escritor, August (Krister Henriksson), quien se encuentra en Copenhague promocionando su trabajo y escribiendo su última novela. Después de pasar una noche con Aimeé, Alex se encuentra frente a una paradoja: abandonar a Aimeé o permanecer con ella abandonando a su novia Simone (también interpretada por Marie Bonnevie), a partir de ese momento su mundo cambia repentinamente, su departamento ya no existe, su novia y amigos no lo reconocen, curiosamente August, esposo de Aimeé está escribiendo una historia muy similar a los eventos que él está experimentando, es en este momento cuando nos percatamos de que la cinta admite varias lecturas y puede ser vista desde diferentes perspectivas, el relato es laberíntico, confuso, inesperado y sorprendente, rayando en lo onírico echa mano de una poética narración en guión y en imágenes.
Desde mi perspectiva y bajo mi particular lectura el filme nos muestra una meditación sobre el amor y la suerte, sobre la determinación para enfrentar nuestros deseos e instintos y ser consecuente con las decisiones que se derivan de ellos.
Y es que, aunque imaginemos múltiples desenlaces para nuestras posibles decisiones, al final me quedo con la frase del maduro escritor August en la cinta: “Es ficción... pero duele igual”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario