octubre 10, 2005

¿Quién me hizo llegar el sombrero?

Ishin-ha (de la sala de prensa del FIC).

Los guiones silenciosos y una sucesión de imágenes me sumergieron en la reflexión por cerca de los 105 min. que duró el espectáculo en el recinto...

El sol está ahí, a veces buscamos sus rayos, a veces los evitamos, otras veces ni nos percatamos de su presencia hasta que algún objeto con su sombra nos la denota. En cierto sentido los seres humanos somos como el sol.

Como individuos irradiamos luz, cuando nos ausentamos proyectamos sombras sobre aquellos con quienes nos relacionamos, ellos también nos irradian con su presencia y nos dejan su sombra cuando se van, luces y sombras en un devenir tan efímero como la vida misma. En momentos de soledad ciertas sombras se manifiestan y nos denotan la luz que no vemos, la autenticidad de nuestros sentimientos, la veracidad de nuestra realidad.

La ciudad, como creación humana, es parte de nosotros y nosotros somos parte de ella. Las ciudades son como las personas, unas nos agradan más que otras, hay muchas que deseamos conocer, algunas donde ansiamos regresar y otras que no queremos volver a pisar (aunque esa percepción puede cambiar con el tiempo), y si las ciudades son como las personas, entonces son también, en cierto sentido, como el sol, nos irradian con su energía y nos la transmiten, con algunas nos conectamos de tal manera que cuando nos ausentamos llevamos su sombra a cuestas y la necesidad de regresar para recargarnos de su energía.

Al final, la luna representada en el escenario, ahí caí en cuenta del por qué de mi atracción por ese cuerpo celeste, la luna refleja la luz del sol y muestra la sombra que la tierra proyecta sobre ella, el sol está estático, pero la tierra se mueve. La luna está en constante cambio, lo eterno y lo efímero se manifiestan en ella. Es asombroso cómo a través de la contemplación del arte se vuelve consciente lo que se guardaba en el subconsciente.

Al salir del recinto una hermosa luna en cuarto creciente me iluminó, las luces y las sombras nocturnas de la ciudad me llamaron rumbo a la cañada, algo me esperaba y hacia allá me dirigí.

Debido al tráfico llegué tarde al Zilch, tocaron los CdB y sólo alcancé a escuchar lo último del concierto, me dio gusto ver y hablar con Rt, después de cenar nos dirigimos al Fly donde conocí a Rd. el carismático rubio de Bath (¡que percha!), ambos venimos de ciudades patrimonio, aunque -allá hay días llenos de oscuridad- me dijo, -y aquí sale el sol todos los días- le dije. De ahí nos fuimos al Santo, nos encontramos con más conocidos, tomamos, platicamos y terminamos bailando a Pink Floyd y a Nirvana (ja!), todo terminó a altas horas de la madrugada, llegó el tiempo de los abrazos de despedida y las esperanzas por los reencuentros.

Luz y sombra, noche y día, ausencia y presencia, todo concurre en esa inmensa hamaca bañada por el sol (y en las noches por la luna) cuya sombra llevo a cuestas.



4 comentarios:

Lidia dijo...

como se antoja haber estado ahi :)
saludos jaz

Alberto Espejel Sánchez dijo...

ya sabes cómo me pongo con referencias tan evidentes de nuestra ciudad, más si el recuerdo lo va acompañando el espectro lunar, la sensación de sombra, la resignación del sol

abarazos con sabor a cantera

Jose-Luis dijo...

En una visita al Tate Modern en octubre del 2003 me lleve una gran sorpresa. El dia era frio como pocos que yo habia experimentado antes. Y sin embargo, la sala de la turbina del museo albergaba un sol (The weather project). Era un sol que no calentaba, que no quemaba y que sin embargo atraia como un magneto, conglomeraba a la gente, se volvia un circunstancial objeto de adoracion y fascinacion.

La luz amarilla tien un efecto acogedor que no tiene la luz blanca. Lo he experimentado haciendo espeleologia. Con el mismo traje humedo y el frio en los huesos, una lampara de luz blanca es "fria" y una lampara de luz amarilla de alguna forma te reconforta.

Si, las ciudades, los humanos irradian una luz que no se ve. Hay lunas, espejos y almas que reflejan esa luz dandole vida y una nueva perspectiva. Esa luz calienta, pero no como la luz del sol estrella. Calienta como el sol en el Tate Modern.

jAz dijo...

Li: ya coincidiremos por esa nuestra tierra un día de estos, y verás que bien nos la pasaremos, saludos!

Hola Alberto, efectivamente conozco esa sensación que despierta el escuchar o leer sobre algo que nos es o fue tan querido, recibo tus abrazos y te envío otros...

Nicolas: ¡diste en el clavo! Las personas y las ciudades nos transmiten y atraen con su luz, esa luz que ilumina y reconforta, y no sólo logramos percibirla a nivel físico, he descubierto que incluso al leer a alguien en internet un pequeño haz de luz me atrae en la distancia ¿Te has dado cuenta de ello?
Un abrazo...

p.s. new issue: Tate Modern visit!