Ayer llegaron nuevas desde Cuévano de quien menos me imaginaba, pero que recibí con un gusto enorme, andaba por allá y quería saludarme, un honor y un halago para mí debo decir viniendo de una finísima persona que me deslumbró hace tiempo por su inteligencia, elocuencia, brillantez y sentido del humor, me habría gustado coincidir, saludar y mostrar mi singular ciudad, no se pudo, una lástima...
Ya por la noche fui al cine, vi Crash (Paul Hagis, 2004), buena película, redonda, me gustó. La ciudad de Los Ángeles es el escenario de una intrincada historia que conforme se desarrolla va sorprendiendo al espectador, la narrativa es excelente, todo va cayendo en su lugar y por su propio peso, todo intersticio termina por cubrirse en su debido momento. La cinta expone la problemática racial de la sociedad estadounidense, esa a la que le gusta etiquetarlo todo, esa que está llena de estereotipos, clichés y juicios a priori, ayer en el cine me encontré y concordé con una ácida e incisiva crítica sobre la sociedad ‘políticamente correcta’ por antonomasia, singular reflexión de la descomposición del tinglado racial de la sociedad estadounidense que, aunque no lo acepta, sigue estando llena de prejuicios. ¿Por qué les es tan difícil dejar de etiquetarse entre sí?, ¿cuál es la causa de su miedo hacia lo diferente si en esencia somos todos lo mismo?, ¿por qué no comenzar a ver al otro, ‘al diferente’, como lo que es: un simple ser humano?
Al ver la película recordé una crítica que leí recientemente sobre la desgracia de Nueva Orleáns de Atilio A. Boron, en un principio me pareció algo arriesgada, pero que ahora, después de ver Crash, me resultó clarificante:
...el modelo de sociedad que quieren vender al resto del planeta, el “American way of life” basado en el más desenfrenado egoísmo y el consumismo sin límites es, en realidad, una siniestra utopía negativa. En muchos países del mundo desarrollado han ocurrido catástrofes similares a la del Katrina, como en Japón, con el terremoto de Kobe, y lo que invariablemente ha ocurrido fue un florecimiento de la solidaridad social. En los Estados Unidos, en cambio, la profunda patología social de ese país produjo el efecto contrario: un feroz “sálvese quien pueda” que generó saqueos en gran escala, violencia indiscriminada y bandas armadas sueltas por las calles aterrorizando a sobrevivientes y a las patrullas de rescate. Tales aberraciones nos hablan de una sociedad alienada y profundamente escindida, que si no se desintegra en una horrorosa pesadilla hobbesiana de guerra de todos contra todos es merced a su formidable aparato represivo: esos millones de policías, guardias privados y destacamentos armados de todo tipo, más un sistema carcelario que, medido en términos per cápita, no tiene parangón en el mundo. Una sociedad que, en realidad, no es tal a causa de su exacerbado individualismo y total falta de solidaridad. Por eso, ni bien la omnipresencia de los aparatos represivos se relaja, la descomposición moral de la sociedad norteamericana aflora con la violencia de un volcán.
2 comentarios:
Siempre he creído eso de la sociedad estadounidense a partir de la lectura de otros textos. Sin embargo, me gustaría que me pudieses ayudar en la búsqueda del libro que leíste. Declaro mi ignorancia, pero se ve bueno el librito, pero no conozco el título, me lo pasarías? Pls?
Un salouditou amigau!
:)
Por supuesto Mekishiko.NoNeko!!! aunque debo decir que no es un libro, es un artículo; me doy una vuelta a tu blog o te escribo un email para pasarte la información, saluditos!!!
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